La fuerte crítica hacia el Gobierno Nacional del discurso que dio el presidente de la Rural Hugo Biolcati, dio lugar a que se pudiera comprobar lo que, para mí, es una de las mayores desgracias de la Argentina actual: el periodismo militante.
Al día siguiente del duro discurso, las portadas de los diarios Página 12 y Tiempo Argentino, fueron un fiel testimonio de la subjetividad con que se mueven los medios periodísticos cooptados por el poder político. Por un lado, el matutino Página 12, que otrora supo ser un medio valorado como independiente y celoso controlador del gobierno de turno, encabezó su portada con “La patria soy yo”, descalificando mediante el sarcasmo las críticas de Biolcati. A su vez, en la tapa del diario oficialista “Tiempo Argentino” podía leerse: “La Rural: Biolcati reunió a más opositores que público”, lo que dejaba en evidencia no solo una falsedad (en el lugar hubo una presencia masiva de público) sino también una forma de descalificación velada propia de un nazi-fascismo: aquel que critica es un opositor por lo que no sólo no debe ser escuchado sino que también es merecedor de un ataque. El hecho de que la gente del campo reaccione en defensa de sus propios intereses, lo que es lógico y comprensible, no es tomado en cuenta como una acción posible por las huestes oficialistas.
¿PERO DE QUÉ SE TRATA EL PERIODISMO MILITANTE? (1)
“Prejuicio es una opinión sin un juicio.” ‘Voltaire’ (Seudónimo de Francois Marie Arouet) (1694-1778) Escritor y filósofo francés. Uno de los máximos precursores de la Ilustración Francesa“.
La Real Academia Española define al militante (no militar) como alguien que pertenece a un partido político o a una colectividad y/o que apoya o favorece un determinado proyecto. Si a su vez, sabemos que periodismo es la captación y tratamiento de la información, podemos llegar a inferir que la diferencia entre un periodista a solas y un periodista militante es que mientras el primero mantiene ciertas posiciones de independencia de los poderes, el segundo responde claramente a un partido o proyecto político y que el manejo de la información será siempre acorde a la visión del que “milita” en el movimiento afín a sus ideas. En este último caso, deja de ser un interlocutor o comunicador válido ya que su finalidad es la misma que la de un militante común: hacer prevalecer sus propias ideas sobre las otras, con el agregado de que pueden difundirlas a través de la comunicación auditiva, visual o gráfica.
Los que están a favor de este periodismo militante tienen la creencia de que no existe la independencia, por lo que “todos los periodistas son militantes”. Esta creencia muestra que ponen el plano político e ideológico de un periodista en un mismo nivel que el de su profesionalismo.
Sin duda alguna que un profesional de la comunicación tendrá sus preferencias ideológicas, pero hará prevalecer el mayor grado de objetividad posible a la hora de opinar o de comunicar la información. Por supuesto no podrá evitar su subjetividad, pero aceptará lo diferente como elemento enriquecedor que permita remarcar un desacuerdo o posibilite modificar sus propios pensamientos incorporando nuevas ideas y acercarse en lo posible a esos otros diferentes. De esto se trata la vida, en definitiva: cambiar adecuándonos a los tiempos de cada etapa de la humanidad. Lo que hoy es considerado como “bueno”, quizás mañana ya no lo sea, o viceversa.
Mantener la idea de que no existe periodismo independiente es incluso una difamación para todos aquellos trabajadores de la prensa que dieron su vida o la arriesgaron en aras de esa independencia. Un libro reciente nos hizo recordar la odisea que padecieron Robert Cox y James Nielsen, directores del diario Buenos Aires Herald, por no sucumbir ante el poder político y económico de, primero, el gobierno de Perón e Isabel (1973-76), cuando fueron amenazados tanto por los Montoneros, el ERP como por la Triple AAA, y segundo, la última dictadura militar argentina, cuando Cox la enfrentó y gracias a su coraje, y la de su familia, muchas personas –entre ellas varios periodistas- salvaron sus vidas. Además, muchos dramáticos acontecimientos se conocieron gracias a que ese diario los publicaba sin acatar “los consejos” que le daban los integrantes de la Junta Militar. Cox dejó un fiel testimonio de lo significa la independencia que debe regir en el verdadero periodista: cuando correspondía, atacó por igual a unos y a otros, a la derecha y a la izquierda, a los guerrilleros y a los militares, sin que nadie pudiera corromperlo ni amedrentarlo. Sólo cuando recibió la información de amigos vinculados al poder militar de que ya se había iniciado una operación paramilitar para asesinarlo junto con su familia, Cox decidió irse del país. Sobre este particular, el periodista Jorge Fernández Díaz escribió en una nota recientemente publicada en La Nación: “Si Cox hubiera sido un periodista militante de izquierda habría ignorado seguramente los asesinatos de la guerrilla y si hubiera sido un militante de la derecha habría silenciado las desapariciones que perpetraban los militares. Por suerte (…) sólo era un periodista haciendo su trabajo más allá de sus convicciones ideológicas.”
Otro de los pensamientos con que intentan justificar al periodista militante es que lo validan en aras del “compromiso” asumido con su ideología. Un concepto que es también equivocado ya que se vuelve a confundir una profesión que requiere tolerancia y amplitud de criterio con militancia política. Cuando diarios como “La Nación” de la Argentina, de tendencia afín a la derecha y centroderecha, o “El País”, de España, que se encuentra situado ideológicamente en la izquierda y el centro-izquierda, arman sus titulares, sin duda que transmiten una afinidad acorde a su ideología pero lo hacen abarcando la totalidad de la información sin descalificarla burdamente. Sólo en las notas de opinión pueden aparecer definiciones más terminantes sobre tal o cual tema. Por lo tanto, la información en sí misma es tratada con un cierto grado de objetividad aunque la línea editorial marque la tendencia final de la noticia. A pesar de que uno no esté de acuerdo con ella, se puede leer e informarse bastante bien. Esto no sucede con los medios masivos cooptados por los gobernantes argentinos, quienes convierten a la información en un panfleto proselitista donde se combate en lugar de comunicar.
LOS ESTEREOTIPOS
“Hay mucho que decir a favor del periodismo moderno, al brindarnos las opiniones de los incultos, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.” Oscar Wilde (1856-1900). Escritor genial por su brillantez e ingenio.
Dentro del denominado periodismo militante el programa “6,7,8”, en el estatal Canal 7, hoy sometido a los designios del Gobierno Nacional, es su exponente más representativo. Uno de los integrantes del panel es Osvaldo Barone, justamente uno de los periodistas al que me referí, seis años atrás, en mi libro “Corazón de derecha, discurso de izquierda” (Ugerman Ed., 2004): “En la última década, el periodismo se ha convertido en un campo sembrado de ignorancia. Son pocos los casos de periodistas y analistas que poseen una visión holística, aunque sea ligera, de la sociedad argentina. Una gran parte se incorpora a un esquema en el cual la información se convierte en comentario o en una opinión muy subjetiva, y la posesión de un micrófono o una columna gráfica (en ocasiones se hace hasta incomprensible entender cómo han podido obtenerla) les da permiso para transmitir sus pensamientos bajo una pantalla de “compromiso ideológico”, aunque en su inopia no sepan quién fundó la social democracia, qué implicancias económicas tuvo el cisma religioso, o con qué países limita Irán.
Si la ignorancia es la sabiduría de los estúpidos, la creación de las ideas a partir de las de sus “enemigos”, es la expresión exponencial de la limitación intelectual. La mañana del 27 de enero de 2004, mientras yo escuchaba por Radio Continental el programa “Desayuno Continental”, el periodista Orlando Barone rememoró el momento en el que, 10 años atrás, al conocer la posición del periodista Bernardo Neustadt a favor de la privatización de los ferrocarriles decidió asumir una postura antagónica a pesar que reconocía el pésimo estado de los mismos. Al hacer referencia a ello, Barone emitió al aire la siguiente frase: “Cuando yo veo quién es el mensajero del otro lado, me convierto automáticamente en defensor de lo opuesto”.
Esta frase es una joya dedicada a la intransigencia de raíz emocional. Percibir al que tiene distintas ideas políticas como un “enemigo” anula la capacidad de entendimiento sobre “el bien de los <otros diferentes>” y esto, a su vez, limita la expansión intelectual. Barone no está solo en este campo. Hay numerosos comunicadores que juegan al mismo juego, el mismo Neustadt, al que hacía él referencia, y muchos más, tanto sean pertenecientes a la izquierda como a la derecha. Con este tipo de periodismo, la población recibe un mensaje en el cual el afuera es determinante y condicionante de lo interno. Promueve vivir “para fuera” en lugar de “para adentro”. Construye historietas en lugar de historias.”
ESCUELA FASCISTA PARA UN PERIODISMO PROGRESISTA
“Los intelectuales que trabajan con el gobierno actual son cortesanos o, en algunos casos, juglares o bufones del rey. Los políticos los utilizan. Los intelectuales no deben actuar en política sino pensar y reflexionar sobre la política.” Juan José Sebrelli, sociólogo y ensayista argentino. Reportaje en marzo 2005.
El periodismo libre exige que la libertad de opinión sea ejercida por fuera de la idea de propaganda. Cuando ésta se introduce identificada con intereses nacionalistas nos encontramos con las técnicas ya utilizadas en su momento por el fascismo y el nazismo. Justificaban la fuerza y no toleraban los adversarios que criticaban al Estado. El partido o su corriente política se equiparaban con la patria porque para defender la patria todos los métodos serían buenos. Primero identificaban al enemigo de una manera excluyente, por lo que introducían el meta-mensaje ‘o sos de los míos o estás en mi contra’.
En el caso específico del kirchnerismo, los principales enemigos parecieran ser los conservadores, los “neoliberales” y el multimedio Clarín. Éste, como el abanderado de los malvados medios de comunicación que buscan destituir al gobierno nacional y popular e implementar el caos y la injusticia social.
Los actuales periodistas militantes se identifican como progresistas porque progreso suena bien, y si se es progresista uno forma parte del bando de los buenos, en cambio si se es liberal o conservador, pertenece al sector de los malos. Para lograr mensajes claros e inequívocos, se necesitan sólo ideas cortas, manipulación y/o falseamiento de los hechos. Se trata de una acción maniquea pero eficaz a la hora de acceder a un pueblo carente de educación cívica, porque como decía Hitler, para triunfar en política hay que tener pocas ideas que alcancen a la mayoría del pueblo, ideas que sean sencillas y que no exijan pensar demasiado. Da igual que los hechos sean falsos o no. Lo importante es que se reitere la propaganda.
Los periodistas militantes propagan la idea de que los únicos que pueden sacar al país de la crisis y “cambiar el modelo” son los que lideran la ideología que ellos promueven. Hoy es “el modelo kirchnerista”, ayer fue “el menemista” y vaya a saber con qué nos encontraremos mañana.
El periodista independiente es un profesional de su trabajo que asume que las ideas son cambiantes y que, a sabiendas que no podrá evitar transmitir la propia, debe hacerlo con sentido crítico y con la mayor imparcialidad posible.
En el lado opuesto, el periodista militante es un militante periodístico que constituye una caricatura del periodismo ya que está obligado a esconder siempre la otra cara de la moneda.
Enrico Udenio
6 de agosto 2010
(1) La expresión “periodismo militante” está referida a que utiliza su profesión para orientar la información de acuerdo a una tendencia ideológico- político determinada. No se relaciona con ser militante en el sentido de comprometido con el rol.